Hace 39 años que algo menos de la mitad del total de la población saharaui,
entre 80.000 y 165.000 personas (según la fuente que se consulte), viven como
refugiados,
dependiendo de la ayuda humanitaria, en los campamentos próximos a la
ciudad
argelina de Tinduf.
Lo que iba a ser una situación de refugio provisional, para una población
que huía de la
ocupación marroquí del Sáhara Occidental, y los bombardeos de su aviación,
se ha convertido en un nuevo hábitat permanente, en mitad de la nada, bajo la
administración del Frente Polisario con el consentimiento y apoyo de Argelia.
La hamada no reúne las condiciones adecuadas para soportar durante
décadas el peso de una concentración demográfica como la de los campamentos, lo
que está provocando graves problemas de salud.
Como tampoco es fácil soportar que el pasado se proyecte eternamente sobre
el futuro negando a cada una de las mujeres, de los hombres, de los jóvenes y
de las familias saharauis la posibilidad de rehacer su vida dignamente y de
forma autosuficiente, mientras siguen luchando por recuperar la soberanía sobre
su territorio.
Al margen de los importantes y variados aspectos, que a causa del refugio
prolongado, inciden directamente en la salud psicofísica de la población
saharaui, la casi total dependencia de la ayuda humanitaria está minando la
autoestima de un pueblo y el necesario espíritu de superación de las personas.
Hoy, viendo el actual estado de cosas, una buena parte de los refugiados
han dejado de ser aquellos militantes comprometidos con una causa, que fue
revolucionaria, por la que estaban dispuestos a trabajar generosamente para el
bien común, e incluso a dar su vida como hicieron nuestros mártires en la
guerra.
Nuevas generaciones nacidas en los campamentos luchan desesperadamente, día
a día, por buscarse la vida, por salir adelante, sin apenas esperanza. La
proverbial nobleza y dignidad de la mayoría de los saharauis ha ido dando paso
a situaciones de dependencia y subordinación, por la que se acaba tolerando y
transigiendo, como algo inexorable, el actual
sistema de administración y las prácticas políticas del F. Polisario.
Fruto de esta situación de apatía política, falta de ideales e incapacidad
para adueñarse del futuro, han empezado a surgir fenómenos sociales hasta ahora
desconocidos en los campamentos, como la delincuencia juvenil o el avance de
las adhesiones a las versiones mas rigoristas del islam, con las consecuencias
de inestabilidad social que a buen seguro ocasionarán en el futuro.
En las “altas esferas” el refugio y el ejercicio prolongado del poder ha
dado lugar a lo que se podría considerar como un permiso compartido o
connivencia para patrimonializar las instituciones o dicho de otro modo a
servirse del cargo en beneficio propio, lo que algunos han llegado a justificar
como un cobro de los sacrificios antaño realizados. Y como era previsible,
acompañado de nepotismo. Cada vez pueden verse mas a familiares directos de los
actuales dirigentes empezando a ocupar cargos de relevancia, preparándose para
el relevo en un futuro no muy lejano. Pero conviene saber que la legitimidad de
estos ya no será la misma… lo que también será un nuevo factor de
inestabilidad.
Además, el refugio prolongado, en las condiciones antes descritas de los
campamentos, ha sido el principal causante de lo que podría denominarse “fuga
de cerebros” especialmente médicos y otros profesionales, y de todos aquellos
saharauis con capacidad y recursos, para conseguir documentos de viaje
(pasaporte, visados, etc. ) La diáspora saharaui, establecida fundamentalmente
en España y otros países de Europa, está generado un proceso centrífugo de
fragmentación, que hará cada vez mas compleja la conjunción de intereses y la
complementariedad de estilos de vida a la hora de tener que compartir un
hipotético espacio político común.
Lo que hasta el alto el fuego, en 1991, llegó a ser el mayor pecado social:
el tribalismo político, ha ido, soterradamente, recuperando protagonismo y
sirviendo de orientación en las relaciones sociales. No se trata sólo que se
considere buen gobierno a un reparto equilibrado de cargos entre las distintas
tribus, ni siquiera que siga existiendo un Consejo Consultivo compuesto por los
chiujs a los que el presidente
Mohamed Abdelaziz hace muy poco, de forma personal y explicita, les reconocía
la autoridad como los auténticos representantes del pueblo saharaui (sic), es
algo mas: el Corán sacraliza la organización tribal, y ningún buen musulmán la
puede condenar o reprimir. Se requiere una autoridad moral y política, de la que
los actuales dirigentes carecen, para lograr, con argumentos y proyectos
ilusionantes, que el tribalismo quede reducido a la esfera de la ayuda mutua y
el orgullo de un origen común, en el ámbito de la familia extensa, que es la
tribu. Las rivalidades tribales o las aspiraciones de alguna de las mas
importantes serán inevitablemente un factor estructurante del nuevo orden
político.
Un diplomático francés dice en la película de J. Bardem “Hijos de la nubes”
que “la solución del conflicto saharaui es la no solución”. Esto es
intolerable. Es cierto, que como en cualquier otra parte, hay una serie de intereses
creados que pretenden y hasta ahora lo han conseguido, que las cosas
permanezcan como están. Por duro que sea, en algún momento, habrá que hablar
claro y arrojar luz sobre esos actores y sectores interesados objetiva y
patrimonialmente en mantener el statuo
quo. Algunos están en la mente de todos y aunque sean poderosos tienen los
pies de barro; pero otros, en cambio, nos duele por ser hermanos, y me estoy
refiriendo a muchos saharauis del territorio ocupado, que con distintos
argumentos abogan porque los refugiados permanezcan en Argelia….
A su vez la disidencia, tanto organizada como Jat Chahid, como los que se manifiestan a título personal, ha ido
germinando, y juega no sólo una función critica que invita a la reflexión, sino
que construye un relato alternativo a menudo mas atractivo, también por
novedoso, frente al anquilosado discurso oficial y las frases hechas o meras
consignas, que bloquean el análisis objetivo y el cuestionamiento crítico de la
realidad.
Mientras en los campamentos, sin que puedan calificarse de disidencia
política, pero si de desacuerdo con las actuaciones del gobierno, se han producido
actos de protesta, tanto ante la sede de ACNUR, como ante la “casa amarilla” de
la presidencia. En algún caso duramente reprimidos por unidades especiales de
intervención, dando lugar a detenciones, encarcelamientos y heridos graves.
La situación está requiriendo, con urgencia, que nuevos actores políticos
dentro o en los márgenes del Polisario promuevan una regeneración global, de
carácter democrático, que permita recuperar la confianza en las instituciones y
los dirigentes, la ilusión en los objetivos y una política realista en la que
los únicos intereses que primen sean los del conjunto de la población saharaui.
Lehdía Mohamed Dafa
7 diciembre 2014