Texto: © Elisa Pavón Fotos: © Carlos Carrión
La cara más humana del activismo pacífico saharaui
GHALIA DJIMI: “LA JUSTICIA QUE EXIGIMOS PARA EL PUEBLO SAHARAUI JAMÁS PODRÁ TAPARSE, PORQUE ES MÁS BRILLANTE QUE EL SOL”
Conversar sobre Derechos Humanos con Ghalia Djimi es descubrir de golpe cuán ignorante es una. De nada sirve acumular vivencias y experiencias, ya sean buenas o malas, enriquecedoras y gratificantes o lamentables y vergonzantes. Y digo que de nada sirve si de ellas no se extrae en conclusión cómo, cuánto y de qué forma afectan a las personas, a la sociedad civil que se ve afectada de esas situaciones que conformaron en su día nuestras experiencias. Ella, Ghalia Djimi, es una abanderada de la defensa de los derechos humanos saharauis, una mujer convencida de que la resistencia pacífica es “una característica única en el mundo que identifica claramente al pueblo saharaui en su reivindicación de libertad y autodeterminación”.
Irradia calma, genera a su alrededor un inevitable ambiente de bienestar, de tranquilidad. Sea lo que sea que comenta, lo hace con voz parsimoniosa, conectando a través de la armonía de sus palabras con una realidad áspera, dura, cruel e injusta, pero que ella convierte en argumentos sólidos, de peso, casi imposibles de contravenir. Y comenta seria y firme, pero con un deje de súplica: “Pediría con toda mis fuerzas que la juventud saharaui, hoy posicionada claramente a favor de la vuelta a la luchar armada, nos ayude a empujar a la comunidad internacional a que reconozcan nuestros derechos; que nos ayude a dar a conocer la verdad de nuestra lucha pacífica, para que el pueblo saharaui pase a la historia como el único ejemplo vivo de este tipo de lucha sin violencia que es el pacifismo, nuestra resistencia pacífica que dura ya más de 37 años”.
Nacida el 28 de mayo de 1961 en Agadir (Marruecos), Ghalia Djimi recorre su vida en pocos minutos, porque de ella extrae la esencia de cuanto le da fuerzas para mantener viva la esperanza de su causa, para mantenerse diariamente en la convicción de que es posible alcanzar el objetivo de la libertad. “Nunca me planteé retirarme de la lucha, nunca pensé en tirar la toalla, jamás _asegura Ghalia Djimi_. Mantengo la esperanza gracias a mis con dos premisas de vida: Primero, la creencia en Dios; segundo, la creencia en la legitimidad de la causa. Ambas cosas me dan toda la fuerza para continuar, a pesar del miedo, a pesar de tanto sufrimiento y de tanto sacrificio… Estoy convencida 100% de que vamos a lograr el referéndum y con él, nuestra libertad”.
Me cuenta cómo era la vida en los años 60 y 70 en un barrio marginal de Agadir, donde vivía en reclusión y aislamiento absoluto una comunidad de origen saharaui afincada en Marruecos. “Es el barrio de Lekhiam, en referencia a la palabra “Lejiam” que es el plural de jaima. Allí vivían mis abuelos y allí nací, en un barrio donde los marroquíes nos aislaron por ser saharauis tras un gran terremoto que hubo en 1960. Se destruyeron las casas y, pese a que todo se reconstruyó en la ciudad, este barrio permaneció hasta 1981 sin luz y sin agua porque era donde vivían “los polisarios”, que es como nos llamaban entonces y como nos siguen llamando hoy en día”. Y dice hasta 1981 porque esa es la fecha en que la comunidad saharaui logró que les vendieran las tierras de aquél barrio marginal y ellos mismos, poco a poco, han logrado convertirlo en “zona habitable, con luz y agua, en un intento de mantener por encima de todo nuestra dignidad como saharauis, pese a tener que vivir marginados y sometidos constantemente a vejaciones racistas”.
Actualmente, asegura Ghalia Djimi, existen varios barrios marginales donde reside población saharaui en distintas ciudades marroquíes, como Duar Dum y Takadom, en Rabat, o Duar Learab, en Kenitra. “La situación que viven es muy difícil. No tienen derechos, se les trata como escoria, sobreviven diariamente a los desaires que les hacen y son víctimas de un racismo extremo, que no tiene lógica ni razón, pero que es constante y dramático para nuestros hermanos”, dice Ghalia Djimi, mientras recuerda cómo sufrió siendo pequeña la crueldad del racismo, la perseverancia de los defensores de prejuicios sociales mal entendidos: “Ser saharaui nos cuesta mucho sufrimiento, muchas vejaciones y demasiados sacrificios”.
Y lo ve más claro cuando se plantea el nuevo escenario que se vive en el Sáhara Occidental ocupado hoy en día. Ghalia Djimi trata de sacar adelante con la ayuda de su marido a sus cinco hijos, cuatro mujeres y un varón, con edades comprendidas entre 9 y 17 años. “Desde la Intifada de 2005, ya nada es clandestino en el Sáhara Occidental. Las violaciones de derechos humanos, a todos los niveles, son visibles, evidentes… Mis hijos, aunque nosotros hemos intentado mantenerlos al margen y que se concentren en sus estudios, están implicados en el activismo, están viviendo diariamente la represión y eso les ha hecho reaccionar, como a todos”, comenta.
“Desde hace 7 años, mis hijos están viendo día a día la represión bajo los manifestantes. Han visto sangre, la tortura y empezaron a preguntarme por la situación, a querer saber qué es lo que ocurre y por qué… Hasta entonces, yo no había querido hablarles del tema, para mantenerlos al margen, pero ahí ya me vi obligada a explicarles, a hablar con ellos para hacerles entender y comprender la causa”, asegura Ghalia Djimi, quien tuvo que contarles a sus hijos que permaneció tres años y siete meses como detenida desaparecida, junto a Aminetou Haidar, sin que sus familiares supieran si estaba viva. Y es por ello precisamente que intenta que lo único bueno que tuvo aquel periodo de encarcelamiento, que fue el haber conocido al que hoy es su marido, se traslade a sus hijos como “la parte positiva que hay que extraer de todas las circunstancias de la vida”. Pero le resulta difícil, porque Ghalia Djimi tiene a su abuela, a la que fuera su madre porque es quien realmente la crio en aquél barrio marginal de Agadir, desaparecida desde que se iniciara el conflicto en 1975 y ese es un peso demasiado grande para ocultarlo o para dejarlo caer en el olvido. “Me siento mal por haber tenido que contarles todo mi pasado _reconoce_, porque siempre traté de evitarles el sufrimiento que yo he vivido, pero la verdad es que ellos también llegan a casa contando cosas tremendas que yo considero inaceptables, aunque a ellos no se lo digo, pero ellos ya tienen edad para ir sacando sus propias conclusiones de todo”.
Lo difícil es encontrar el equilibrio
“Mi objetivo ha sido siempre intentar conseguir que no odien a la población marroquí, sino que entiendan que es una causa política… Ahora, me cuesta mucho mantener este principio, porque hoy en día Marruecos utiliza a los colonos contra los saharauis, por lo que la situación se ha hecho aún más dura y no sé cómo sacar del conflicto a la población marroquí, ya que una parte de ella realmente está integrada y participa de forma activa en la represión que sufre mi pueblo”. Con impotencia y nula resignación, Ghalia Djimi afirma haberse tenido que enfrentar a la dirección del centro escolar donde estudian sus hijos “porque les obligan a aprenderse y a cantar todas la mañana el himno marroquí y, realmente, no tienen ningún derecho a imponerles esto”, si bien a sus hijos les dijo que “deben cantar el himno porque es un deber de la escuela, no tiene nada que ver con la realidad, pero hay que respetar donde estás estudiando”. Ella, como madre y activista, tiene la difícil misión de encontrar el equilibrio entre lo que desea evitar a sus hijos y lo que debe hacerles entender sobre la realidad de la situación. Lamenta profundamente que “yo les he metido en el activismo sin querer, porque todos los actos que realizo desde la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de Derechos Humanos (ASVDH) los tengo que hacer en mi casa, porque no tenemos sede. La policía viene constantemente a mi casa, a pesar de ellos, a pesar de mí…. Están en el activismo porque su madre es activista, su padre es activista, lo viven en casa, lo padecen y lo sufren fura de ella… La verdad es que es inevitable”.
Le pregunto a Ghalia Djimi cómo vive ella el hecho de ser considerada, igual que Aminetou Haidar, como una Ghandi, una Pasionaria o un Ché de la causa saharaui… ¿No es demasiada responsabilidad? “Para mí no es una presión, en absoluto… Quizá algún día nuestra vivencia de estar presas juntas sirva para que muchos otros no tengan que pasar por lo mismo. Estoy convencida de la importancia de lo que hacemos _asegura¬_, defender una causa justa desde la legitimidad es defender a los seres humanos, para vivir en dignidad, en paz, para aprender a convivir respetando y aceptando a los otros… Esta es mi convicción y, por ello, siempre estaré dispuesta a sacrificar lo que sea necesario para lograr este objetivo, porque la justicia jamás podrá estar tapada, es más brillante que el Sol”.
Ghalia Djimi me muestra su frustración, su pena por no saber cómo abordar la situación de hartazgo que caracteriza hoy por hoy a los jóvenes saharauis. “Este es el mayor problema que tenemos actualmente los defensores de derechos humanos saharauis, la postura de los jóvenes. Mi generación tiene inculcado el valor de la tolerancia, esa paciencia, esta manera de pensar… Los jóvenes no tienen esperanza de futuro, están hartos, buscan imágenes para dar a conocer la violencia y, eso mismo, sirve también para alimentar su malestar… Quieren volver a la lucha armada, utilizar la violencia como herramienta de expresión de su hartazgo. La comunidad internacional va a tener que cargar con la responsabilidad de solucionar este conflicto antes de que los jóvenes den paso a una violencia mayor y por las dos partes en la región, lo cual repercute negativamente en todo…. Aunque es difícil de parar”, asegura.
“Mi sueño es que los jóvenes valoren la importancia del tipo de lucha pacífica que los saharauis hemos defendido a lo largo de nuestra historia, que aprecien realmente lo que significa que seamos los únicos en defendernos a través de la resistencia pacífica”, sostiene Ghalia Djimi, casi en forma de súplica.
“A ti, como española que eres ¬_me dice mirándome fijamente a los ojos_, te pediría que transmitas que la sociedad civil de tu país que tiene que presionar al gobierno español para que vote como el Parlamento sueco en dirección a reconocer a la RASD (República Árabe Saharaui Democrática). Necesitamos apoyo político, especialmente político, no sólo el humanitario, que es primordial y básico para que la población saharaui sobreviva en los campamentos de refugiados… Para la resolución del conflicto es necesario apoyo político, así que tenéis que exigir a vuestro gobierno que adopte medidas para resolver una situación de la que son responsables y que es su asignatura pendiente histórica y moral”.