martes, 29 de diciembre de 2015

Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y de hacerlo bien. (Pitágoras)

Vivir en España tampoco fue fácil. Tener que instalarme en todo; sistema educativo, social, etc. Recuerdo aquel 15 de septiembre cuando entraba en el salón de actos de mi entonces colegio. Había muchos niños y niñas como yo, con la diferencia que ellos sabían el idioma, conocían aquella rutina de inicio de curso e incluso se atrevían a reconocer las caras nuevas, como la mía, que por allí andábamos perdidas.
Es muy diferente venir en verano que estar todo el invierno, lejos de la falta de hábitos de estudio y rutina. Tener que adaptarte a compañeros nuevos, profesores nuevos, aprender otro idioma, todo era digno de estudiar. Mi cara era un verdadero poema, me encontraba desorientada, me sobraba ilusión por acoplarme a aquello cuanto antes pero cada vez que avanzaba me daba más cuenta de lo que cuesta pensar en un idioma y hablar otro totalmente distinto, mi cerebro era un disco duro en el que tenía que intercambiar los USB según en que grupo de gente me encontraba.
Quedarme en España tampoco fue fácil y eso que tenía todo a mi favor, mis padres eran maestros y todos los de mi familia, ponían de su parte para hacer que aquello fuera menos complicado. Si a mis compañeros les era suficiente con dos horas estudiar sociales yo tenía que estudiar cinco. Era una carrera continua. “No importa como se empieza sino como se acaba” decía aquella profesora que me sonreía en los pasillos como diciendo tú puedes y yo creo en ti. Consejos que acoplaba a la perfección a mi novata manera de entender e interpretar cada gesto que veía a mi alrededor.
Fue un año duro y de ello pueden dar fe quienes me rodean, sacaba horas de donde podía y más. No recuerdo exactamente la de veces que repetía el dictado de una lección que mi madre repasaba conmigo o la de noches que me quedaba estudiando biología, intentando descifrar aquellas ecuaciones de logaritmos que sólo veía la complejidad de su poca impotencia en mi día a día. Por otro lado estaba la plástica, !ay la plástica ! la de veces que entregaba mis láminas con tipex y el profesor con una sonrisa como diciendome “estas chapuzas” y yo pensando “ay y si esto fuera arte…? ”
Año tras año me fui dando cuenta que nada tiene que ver aquel mundo del que venía con el que me instalé, la rutina se volvió algo más divertida. Y la constancia fue la clave del éxito, está claro. Suscribo aquellas palabras de famoso refrán “quien la sigue la consigue” no importan las dificultades, las barreras nos las ponemos nosotros mismos.
Benda Lehbib Lebsir.
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