Vivir en España tampoco fue fácil. Tener que
instalarme en todo; sistema educativo, social, etc. Recuerdo aquel 15 de
septiembre cuando entraba en el salón de actos de mi entonces colegio.
Había muchos niños y niñas como yo, con la diferencia que ellos sabían
el idioma, conocían aquella rutina de inicio de curso e incluso se
atrevían a reconocer las caras nuevas, como la mía, que por allí
andábamos perdidas.
Es muy diferente venir en verano que estar todo
el invierno, lejos de la falta de hábitos de estudio y rutina. Tener que
adaptarte a compañeros nuevos, profesores nuevos, aprender otro idioma,
todo era digno de estudiar. Mi cara era un verdadero poema, me
encontraba desorientada, me sobraba ilusión por acoplarme a aquello
cuanto antes pero cada vez que avanzaba me daba más cuenta de lo que
cuesta pensar en un idioma y hablar otro totalmente distinto, mi cerebro
era un disco duro en el que tenía que intercambiar los USB según en que
grupo de gente me encontraba.
Quedarme en España tampoco fue fácil y eso que
tenía todo a mi favor, mis padres eran maestros y todos los de mi
familia, ponían de su parte para hacer que aquello fuera menos
complicado. Si a mis compañeros les era suficiente con dos horas
estudiar sociales yo tenía que estudiar cinco. Era una carrera continua.
“No importa como se empieza sino como se acaba” decía aquella profesora
que me sonreía en los pasillos como diciendo tú puedes y yo creo en ti.
Consejos que acoplaba a la perfección a mi novata manera de entender e
interpretar cada gesto que veía a mi alrededor.
Fue un año duro y de ello pueden dar fe quienes
me rodean, sacaba horas de donde podía y más. No recuerdo exactamente la
de veces que repetía el dictado de una lección que mi madre repasaba
conmigo o la de noches que me quedaba estudiando biología, intentando
descifrar aquellas ecuaciones de logaritmos que sólo veía la complejidad
de su poca impotencia en mi día a día. Por otro lado estaba la
plástica, !ay la plástica ! la de veces que entregaba mis láminas con
tipex y el profesor con una sonrisa como diciendome “estas chapuzas” y
yo pensando “ay y si esto fuera arte…? ”
Año tras año me fui dando cuenta que nada tiene
que ver aquel mundo del que venía con el que me instalé, la rutina se
volvió algo más divertida. Y la constancia fue la clave del éxito, está
claro. Suscribo aquellas palabras de famoso refrán “quien la sigue la
consigue” no importan las dificultades, las barreras nos las ponemos
nosotros mismos.
Benda Lehbib Lebsir.