El 20 de mayo de 1973 el F. Polisario declaró la guerra a España atacando el puesto de Eljanga. Dos años más tarde Marruecos y Mauritania invadieron el entonces Sahara español.
Mauritania acabaría retirándose a sus fronteras en 1978 y firmando un acuerdo de paz con el F. Polisario. Sin embargo Marruecos, después de haber bombardeado a la población civil saharaui en los campamentos de desplazados internos en Umdraiga y Gueltet Zemur, mantuvo una cruel guerra con el F. Polisario hasta 1991.
La monarquía marroquí, desde el primer momento, supo sacar partido a la “Marcha Verde” y la contienda para fortalecer la unidad de la nación frente a la vieja potencia colonial española y frente a un enemigo “separatista” asociado al rival argelino, anexionarse un territorio casi tan grande como el mismo Marruecos, lograr desviar la atención de los problemas internos, mantener ocupado a un ejercito que había protagonizado dos atentados contra el rey, y en cualquier momento podía volver a ser una amenaza, y en definitiva para aumentar el prestigio y los apoyos y reverencias del pueblo a la figura del rey y la institución que encarnaba.
Pero como nada es gratis, la economía marroquí ha estado lastrada en su crecimiento durante décadas por la guerra, por el despliegue militar y policial y por la administración, servicios e inversiones en las zonas ocupadas del Sahara Occidental. Compensando en parte o en su totalidad la factura con los beneficios obtenidos por la explotación ilegal de los recursos naturales del territorio ocupado. Detrás de esa macabra contabilidad queda el dolor por las ausencias. 15 años de guerra, con miles de muertos y prisioneros por ambas partes, ocasionaron un enorme desgaste a los contendientes. Entre 1.000 y 4.000 muertos, “mártires” decimos en el caso de los saharauis, según distintas fuentes; 650 desaparecidos; mas de 200 prisioneros y 80.000 desplazados, que han acabado protagonizando uno de los refugios mas duros y largos de la historia contemporánea. No tengo las cifras de las víctimas marroquíes en la guerra, pero sabemos que con los prisioneros se dio la paradoja que muchos ni siquiera han podido tener un retorno digno junto a sus familias después de la excarcelación por la negativa de su país a recibirles.
El fin de la guerra llegó después de años de arduas negociaciones, tanto directas como indirectas, entre el F. Polisario y Marruecos, que se vieron favorecidas por los problemas internos de Argelia, al borde la guerra civil en aquellos años, y por el fin de la Guerra Fría y el colapso del bloque socialista con el que desde el principio se había alineado el F. Polisario. Bajo los auspicios de Naciones Unidas, las partes firmaron un acuerdo de alto el fuego y el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 690 por la que se crea la MINURSO para supervisar dicho alto el fuego y organizar el Referéndum de Autodeterminación.
Desde hace 23 años no hay guerra. Sólo la “resistencia pacífica” de los saharauis en las zonas ocupadas protagoniza la línea caliente del enfrentamiento entre ambos pueblos. Mientras Naciones Unidas y la MINURSO han sido incapaces de lograr que se celebre el Referéndum acordado.
A pesar de las reiteradas amenazas de los dirigentes del Polisario de vuelta a la guerra, ésta es mas que improbable. El Frente Polisario, voluntaria o involuntariamente, ha hecho de la resistencia pacifica, el derecho internacional y el diálogo sus únicas armas operativas en un mundo global en el que la diplomacia, el soft power, los actores que manejan los flujos financieros y de información y la tecnología han modificado drásticamente los escenarios de guerra.
En el futuro, no estaría de mas que el Frente Polisario tomase la iniciativa y propiciase un debate nacional para adoptar en su caso la renuncia solemne a la guerra y a cualquier tipo de violencia, que no sea para la defensa de la población, en la solución del conflicto. Centrando todos sus esfuerzos en defender la paz y la seguridad en la región, y en la negociación y la reconciliación como las líneas de un horizonte sin retorno.
Hoy se conmemora la declaración de una guerra en la que solo hubo vencidos.
Lehdía Mohamed Dafa
20 mayo 2015
Mauritania acabaría retirándose a sus fronteras en 1978 y firmando un acuerdo de paz con el F. Polisario. Sin embargo Marruecos, después de haber bombardeado a la población civil saharaui en los campamentos de desplazados internos en Umdraiga y Gueltet Zemur, mantuvo una cruel guerra con el F. Polisario hasta 1991.
La monarquía marroquí, desde el primer momento, supo sacar partido a la “Marcha Verde” y la contienda para fortalecer la unidad de la nación frente a la vieja potencia colonial española y frente a un enemigo “separatista” asociado al rival argelino, anexionarse un territorio casi tan grande como el mismo Marruecos, lograr desviar la atención de los problemas internos, mantener ocupado a un ejercito que había protagonizado dos atentados contra el rey, y en cualquier momento podía volver a ser una amenaza, y en definitiva para aumentar el prestigio y los apoyos y reverencias del pueblo a la figura del rey y la institución que encarnaba.
Pero como nada es gratis, la economía marroquí ha estado lastrada en su crecimiento durante décadas por la guerra, por el despliegue militar y policial y por la administración, servicios e inversiones en las zonas ocupadas del Sahara Occidental. Compensando en parte o en su totalidad la factura con los beneficios obtenidos por la explotación ilegal de los recursos naturales del territorio ocupado. Detrás de esa macabra contabilidad queda el dolor por las ausencias. 15 años de guerra, con miles de muertos y prisioneros por ambas partes, ocasionaron un enorme desgaste a los contendientes. Entre 1.000 y 4.000 muertos, “mártires” decimos en el caso de los saharauis, según distintas fuentes; 650 desaparecidos; mas de 200 prisioneros y 80.000 desplazados, que han acabado protagonizando uno de los refugios mas duros y largos de la historia contemporánea. No tengo las cifras de las víctimas marroquíes en la guerra, pero sabemos que con los prisioneros se dio la paradoja que muchos ni siquiera han podido tener un retorno digno junto a sus familias después de la excarcelación por la negativa de su país a recibirles.
El fin de la guerra llegó después de años de arduas negociaciones, tanto directas como indirectas, entre el F. Polisario y Marruecos, que se vieron favorecidas por los problemas internos de Argelia, al borde la guerra civil en aquellos años, y por el fin de la Guerra Fría y el colapso del bloque socialista con el que desde el principio se había alineado el F. Polisario. Bajo los auspicios de Naciones Unidas, las partes firmaron un acuerdo de alto el fuego y el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 690 por la que se crea la MINURSO para supervisar dicho alto el fuego y organizar el Referéndum de Autodeterminación.
Desde hace 23 años no hay guerra. Sólo la “resistencia pacífica” de los saharauis en las zonas ocupadas protagoniza la línea caliente del enfrentamiento entre ambos pueblos. Mientras Naciones Unidas y la MINURSO han sido incapaces de lograr que se celebre el Referéndum acordado.
A pesar de las reiteradas amenazas de los dirigentes del Polisario de vuelta a la guerra, ésta es mas que improbable. El Frente Polisario, voluntaria o involuntariamente, ha hecho de la resistencia pacifica, el derecho internacional y el diálogo sus únicas armas operativas en un mundo global en el que la diplomacia, el soft power, los actores que manejan los flujos financieros y de información y la tecnología han modificado drásticamente los escenarios de guerra.
En el futuro, no estaría de mas que el Frente Polisario tomase la iniciativa y propiciase un debate nacional para adoptar en su caso la renuncia solemne a la guerra y a cualquier tipo de violencia, que no sea para la defensa de la población, en la solución del conflicto. Centrando todos sus esfuerzos en defender la paz y la seguridad en la región, y en la negociación y la reconciliación como las líneas de un horizonte sin retorno.
Hoy se conmemora la declaración de una guerra en la que solo hubo vencidos.
Lehdía Mohamed Dafa
20 mayo 2015