Haddamin Moulud Said.Cuando España abandona el Sahara Occidental, en otoño de 1975, la situación sobre el terreno era una auténtica calamidad bíblica. Dos ejércitos, armados hasta los dientes, entran desde el norte y desde el sur, formando una pinza. Y en medio de esos dos ejércitos, una marea humana hambrienta, sedienta, agotada y tiritando de frío, compuesta, sobre todo, de mujeres, niños y ancianos, vagaba por los desiertos de Dios, sin más ángel de la guarda que un reducido número de hombres encuadrados en lo que, entonces, eran las pequeñas y desbordadas unidades del Polisario.
En semejante caos estratosférico, el Polisario, tenían que atender, cobijar y, a caso, proteger a esas mareas humanas que huían aterrorizadas de la invasión de esos ejércitos. Pero, al mismo tiempo o, como parte de su estrategia de protección de esas poblaciones, también, tenía que combatir en el frente marroquí, en el norte, en Echedería, Tukat, Hauza, etc., y al mismo tiempo, llevar a cabo otras acciones armadas en el frente mauritano, en el sur, como las de La Güera, Inal, Bir Mogrein y Ain Bentili. Y en medio de su lucha en ambos frentes, atendía a las víctimas despedazadas que, cinco aviones F-5 marroquíes, habían dejado, el 18-02-1976, en Um Dreiga, en el centro del país.
La estrecha franja de tierra que forma la península de La Güera hizo que la resistencia en esa batalla fuera verdaderamente feroz. Después de un combate de nueve días, con sus noches, las unidades del Polisario abandonan La Güera, no sin dejar atrás a cerca de una quincena de hombres apresados por Mauritania. Mucho más al este, pero en la misma línea de la frontera, la batalla del inselberg (‘galb’) de Inal, iba a ser más breve en el tiempo, pero más intensa en número de prisioneros.
Comienza, así, una cruel historia de un grupo de hombres, que iban a sufrir lo indecible en las cárceles de Mauritania. Y unos pocos años después de su liberación iban a sufrir, también, el olvido en la sociedad saharaui, aún habiendo registrado algunas de las más importantes gestas de la historia moderna del pueblo saharaui.
No sólo por ser la parte más débil en el conflicto, sino porque su golpe duele mucho más que el marroquí, Mauritania, se había convertido en el blanco predilecto del ejército saharaui. Y animados por las victorias contra el ejército mauritano en Ain Bentili, el 20-01-1976, y en Auserd, el 08-02-1976, los saharauis, deciden recorren más de 1000 kilómetros para golpear en el corazón de Mauritania. En la mañana del día 8 de junio de 1976, el Polisario, ataca con mortero el Palacio Presidencial en Nouakchott. Y por la tarde de ese mismo día, vuelve a atacarlo. Al día siguiente, lo sucedido después de las once horas y, siempre, antes de las 14:00 horas de ese 9 de junio, es ya de sobra conocido. Lo que no es sabido o no se quiere recordar es que en ese día y, también, en el anterior, otros hombres aún vivos, cayeron prisioneros en manos de Mauritania.
El dolor producido por la pérdida del líder, hizo que el Polisario, consagrara sus fuerzas contra Mauritania, a partir de agosto de 1976, cuando se inicia la Ofensiva ‘El Uali’. Con su muerte, Mauritania, no había hecho sino echar más gasolina al fuego.
En pocos meses, los saharauis, iban a pulverizar todos los récord del desierto en cuanto a velocidad, distancias recorridas a pie o en vehículos, movilidad y capacidad de sacrificio. Algunas unidades, para atacar sus objetivos, llegan a recorren más de 7000 kilómetros en su viaje de ida y vuelta y tardar más de un mes para recorrerlos. Para atacar las posiciones más alejadas, el Polisario, llegó a penetrar en suelo maliense para, luego, volver al territorio mauritano y, así, evitar ser descubierto.
Ninguna ciudad mauritana estaba a salvo de las incursiones del Polisario. En enero de 1977, el Polisario, ya se había apoderado de varios puestos del norte de Mauritania, en el Hank, como Lemsarbiyin y Chakat. Pero el 20-01-1977, se lleva a cabo el primer ataque a Zouerat. Después se ataca Tichit. El uno de mayo se realiza el segundo ataque a Zuoerat donde caen prisioneros algunos franceses. El día 3 de julio, en pleno verano, el Polisario, se desquita de la muerte de El Uali, atacando, por segunda vez, a la capital, Nouakchott.
En verano de 1977, después de más de un mes de recorrido, un grupo de 150 guerrilleros ataca la remota ciudad de Bassiknou, prácticamente, en los límites con Mali y Senegal. Y cuando una columna mauritana sale, desde Neäma, para perseguirlos, le tienden una emboscada y la pulverizan.
En septiembre de 1977, el elitista batallón de paracaidistas marroquíes, venido de Saba (Congo), que había aterrizado en Mauritania para apoyar al débil ejército mauritano, cae en una emboscada del Polisario, en Sebjet Um Druss, y es completamente aniquilado.
El 12 de diciembre, atacan nuevamente al tren de Zouerat y capturan a 60 soldados mauritanos. En su retirada, son alcanzados por los Jaguar franceses, que despegaban desde las bases de Ouakam, en Dakar (Senegal). Una semana después, nuevo ataque en Tmeimichat, donde capturan a 78 soldados mauritanos, de los que 60 iban a resultar calcinados como consecuencia del ataque de los Jaguar que, nuevamente, consiguen alcanzar, en Adham Lehmar, a las unidades del Polisario en retirada.
Antes de decretar el cese del fuego unilateral contra Mauritania, el 12 de julio de 1978, como consecuencia del golpe de Estado contra Uld Daddah, el Polisario, había conseguido llevar la guerra al corazón de Mauritania, atacando Nouakchott, Uadan, Chengueti, Atar, Tiyigya, Yreif Mohamed Fadel, Bassiknou, Neäma, Buyertala, Almuzzan, Tachtkent, Zouerat, Bir Mogrein, Ain Bentili, etc., et., etc. Prácticamente, el país entero, estaba en llamas. En marzo de 1978, de las 26 locomotoras del tren de Zouerat (base de la economía Mauritania), nueve estaban fuera de servicio por las acciones del Polisario.
Ciertamente, para llevar a cabo una guerra de semejante envergadura y tan lejos de sus bases de retaguardia y avituallamiento, el ejército saharaui, tuvo que pagar un precio muy alto. Una factura muy alta en vidas humanas y en prisioneros de guerra.
Durante los 32 meses que duró la guerra contra Mauritania, el Polisario, había sufrido el apresamiento de cerca de 230 hombres, de los que pocos más de cincuenta eran civiles que Mauritania había encarcelado como si de militares se tratara. Algunos de estos civiles habían sido detenidos en las ciudades mauritanas. Otros, simples pastores de ganados, fueron detenidos en el desierto, sus ganados confiscados hasta hoy día y ellos encarcelados. Y aún así, Mauritania, los encarceló y les aplicó, exactamente, el mismo trato cruel que aplicaba a nuestros valientes hombres, capturados con el dedo en el gatillo.
La crueldad de las cárceles mauritanas es legendaria. Dicha crueldad empezaba en el mismo acto del apresamiento. El coronel Foyahi Uld Almaäyuf, actualmente vivo pero retirado, instauró la costumbre de ejecutar a un prisionero en todas las batallas en las que habían apresado a alguno. Y así sucedió, por ejemplo, después de la batalla de Gleibat Legleya. A media mañana, en el mismo lugar de la batalla, Foyahi, mandó juntar a los apresados, y delante de todos los prisioneros de Gleibat Legleya, Foyahi, eligió al azar, a Mohamed Ali uld Neäma uld Sidiya. Llamó a un sargento y le ordeno que le disparara. El sargento, negándose a hacerlo, disparó dos tiros al aire. Entonces, Foyahi, montó en cólera, insultó al sargento, le quitó el arma y disparó, él mismo, al pecho del prisionero, quien cae al suelo. Llamó al médico y le ordenó que mirara si estaba muerto y que lo enterrara en una duna. Inicialmente, Foyahi, era el Director de la Gendarmería y así ocupó la ciudad de Dajla. Pero por lo visto, sus fechorías en la guerra y su crueldad gustaban tanto a su mentor, Uld Daddah, que después de la batalla de Auserd lo ascendió a coronel. Este hombre, a pesar de su feroz resistencia, no pudo evitar el golpe de Estado contra Uld Daddah, en julio de 1978. Y, además, se le acusa de ser la mano ejecutora de los asesinatos de los trabajadores de Zouerat en las manifestaciones laborales de mayo de 1968, en las que, por cierto, la mayoría eran saharauis.
Si el primer grupo de prisioneros cayó en manos de Mauritania, justo en la frontera, en diciembre de 1975, el último prisionero saharaui, fue capturado, herido, en Bujertala, allá por Uadan, en la primavera de 1978, pocas semanas antes del golpe de Estado. El más joven de nuestros prisioneros apenas tenía 16 años, cuando fue capturado. En cambio, el de mayor edad, tenía más de 60 años. Incluso se dio el caso de tres hermanos de los que dos eran gemelos a los que, Mauritania, había detenido mientras pastoreaban su ganado camellar de más de 300 cabezas.
Inicialmente, los prisioneros, fueron llevados a una cárcel en Tujinin, a poco menos de 10 kilómetros al este de Nouakchott. Desde ahí y pasados muy pocos días, los trasladan a una cárcel en Aiún Al Atrouss, a 700 kilómetros al este de Nouakchott. Aquí, la cárcel era una especie de hangar donde permanecían, durante todo el día, esposados de pies y manos. Sólo salían de ese lugar, para hacer sus necesidades fisiológicas y, era el único momento del día en que, al menos, les quitaban las esposas de los pies. Dormían con ambas esposas puestas, se despertaban con las esposas puestas, comían con las esposas puestas. Y, además, por toda ropa, llevaban puestos una especie de pantalón corto, haga frío o haga calor. A eso hay que añadir el dato de que las pésimas condiciones alimentarias, el hambre y las enfermedades dejaron mella en el grupo de prisioneros. En las cárceles mauritanas, nuestros prisioneros, contabilizaron a 19 compañeros muertos entre rejas.
Durante su largo cautiverio, jamás recibieron visita alguna. Sólo después del golpe de Estado, recibieron la visita de Uld Taya y Uld Haidala. Dos hombres que, más tarde, llegaron a residir en el Palacio Presidencial que algunos de los encarcelados habían atacado un tiempo atrás.
En diciembre de 1978, el Polisario, libera a 200 prisioneros de guerra mauritanos que había capturado durante la guerra. Mauritania, en cambio, apenas libera a un grupo de hombres que ni siquiera eran militares, sino civiles. De hecho, los libera en el sentido de abrir las puertas de la cárcel para que salgan. Es decir, no hubo entrega, al Polisario, de sus supuestos soldados. Un tiempo después, el 19-07-1980, libera a otro grupo y lo entrega al Polisario entre Zouerat y Miyec. El último grupo, iba a ser llevado, desde Nouakchott a Tinduf, en un un Boing y un CDC argelinos, el 11 de agosto de 1980.
Pero en 1980 la guerra continuaba su curso. No había tiempo, pues, para fastos ceremoniales, ni nada por el estilo. Nuestros hombres, tan pronto habían sido liberados, fueron incorporados a sus unidades, ya algo más modernizadas, y reintroducidos, de nuevo, en las fauces de la guerra. En Ezzniat Chäab, cerca de Hauzza, el 06-05-1984, iban a sufrir la primera baja, el Sr. Sid Alhafed Nannah Hmeida, que había caído prisionero de guerra en manos de Mauritania, en Auserd, el 08-02-1976, nuevamente, cae prisionero, esta vez en manos de Marruecos. Incomprensiblemente, el hombre, decide aceptar las condiciones ofrecidas por Marruecos y decide pasarse al otro bando.
Pero aún quedaban hombres hechos de otra madera y dispuestos a luchar hasta el final. Es el caso de Taghi Hamma Bahía. A primerísimos de junio de 1976, cuatro días antes de la muerte de El Uali, en el ataque a Turín, el Sr. Taghi, había caído prisionero en manos de Mauritania. Es liberado en 1980 y vuelve a reincorporarse a la lucha y el combate. Desgraciadamente, nueve años después de su primera captura, el 07-07-1985, vuelve a caer prisionero, en la batalla de Gleibat Al Fula, esta vez, en manos de Marruecos.
Podríamos dedicar páginas enteras a la descripción de todo tipo de torturas, penalidades y miserias que han sufrido nuestros prisioneros en Mauritania. Pero quizás, otra cuestión, nos urge mucho más: se trata del simple hecho de rescatar su memoria del olvido. Oficialmente, y transcurridos más de 30 años desde su liberación, aún no han tenido reconocimiento. A diferencia, por ejemplo, de los prisioneros de guerra capturados por Marruecos, jamás se les ha concedido medalla alguna ni ninguna distinción. Y, tampoco gozan de otras preferencias o prebendas que tiene el grupo de los ex prisioneros de guerra en Marruecos.
A nivel de la sociedad civil, tampoco, han tenido mejor fortuna, puesto que, algunos de ellos, ya han fallecido sin que si quiera se sepa que habían sido prisioneros de guerra en Mauritania.
Pero lo que más duele es el olvido y absoluto silencio que mantienen sobre el tema, nuestros medios de comunicación tanto oficiales como no oficiales. Resulta verdaderamente incomprensible que uno de los principales medios de comunicación saharauis, haya abiertos sus páginas, de par en par, para servir de caja de resonancia al presidente de la asociación mauritana “Memoria y Justicia” mediante una entrevista en la que, el hombre, termina reconociendo, en su contestación a la penúltima pregunta, las sospechas de promarroquinidad que pesan sobre dicha asociación. Y, por el contrario, no se haya dignado jamás en publicar la historia o las experiencias, dolorosas experiencias, de nuestros prisioneros de guerra en Mauritania.
El lector puede comprobar, por si mismo, cómo durante estos días, en los que tanto se ha hablado del fallecimiento de El Uali y de la batalla de Nouakchott, no ha habido ni una sola palabra, ni un solo recuerdo hacia estos valientes hombres. Incluso hemos visto cómo el fusil de El Uali pasa de las manos de una mujer a un museo, pero ni una sola palabra de recuerdo a quienes lo acompañaron en el feroz e intenso fragor del combate hasta que él cayo mártir y, ellos, prisioneros en el territorio que lo vio morir. Duele… Si, por ejemplo, el pueblo saharaui tuvo que esperar hasta el 20 de junio para enterarse de la muerte de El Uali, mediante un comunicado oficial redactado por Mohamed Lamin Ahmed, nuestros prisioneros se enteraron al día siguiente del fallecimiento. Es decir, el día 10 de junio, los carceleros de nuestros hombres vinieron riéndose de oreja a oreja para informarles del ‘final de la guerra’, dado que El Uali ha muerto. Ahí, el gran Bulahi Taleb Omar, que Dios lo tenga en la gloria, tuvo que emplear a fondo sus dotes de persuasión para que la moral de los prisioneros no decayera más de la cuenta.
Durante estos días de junio, hemos visto, tanto en Futuro Sahara como en Radio TV Maizirat, un desfile de toda clase de personalidades para que hablaran tanto de El Uali como de la batalla de Nouakchott, del 8 de junio de 1976. Ninguno de nuestros medios de comunicación ha tenido la delicadeza de entrevistar o recoger la opinión de alguno de nuestros ex prisioneros de guerra en Mauritania.
Finalmente, aprovecho la efeméride del 9 de junio, para con estas palabras, rendir un sentido homenaje a tantos hombres que dieron lo mejor de si para luchar por la libertad e independencia de este pueblo y terminaron sufriendo lo indecible en las cárceles de Mauritania y el olivdo en la propia sociedad por la que tanto lucharon.
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La entrevista de Futuro Sahara con el presidente de ‘Memoria y Justicia’:
http://www.elhora.info/online/index.php?option=com_content&view=article&id=796:%D9%85%D8%AD%D9%85%D8%AF-%D9%81%D8%A7%D9%84-%D9%88%D9%84%D8%AF-%D8%A7%D9%84%D9%82%D8%A7%D8%B6%D9%8A-%D9%84%D9%85%D8%AC%D9%84%D8%A9-%D8%A7%D9%84%D9%85%D8%B3%D8%AA%D9%82%D8%A8%D9%84-%D8%A7%D9%84%D8%B5%D8%AD%D8%B1%D8%A7%D9%88%D9%8A&catid=62&Itemid=762