Por Lehdía Mohamed Dafa
Un día asistiendo a un curso de la Universidad Autónoma de Madrid sobre “Los saharauis y nosotros”, recuerdo que uno de los asistentes preguntó a un alto cargo del Polisario, que había hecho una presentación sobre el conflicto saharaui: ¿qué es el POLISARIO? ¿es un partido político? El dirigente le dijo literalmente: “Yo no diría que es un partido político, es un movimiento de liberación nacional, que alberga diferentes sensibilidades políticas”
Ahora que las redes sociales y otros medios de comunicación han dado una cierta visibilidad a las voces reformistas, junto a las que siempre han dado por sentado que el Polisario es una organización monolítica, convendría reflexionar sobre ambas cuestiones con sentido común, objetividad y sin hipocresía.
Si bien es cierto que hay muchos saharauis que pensamos que hay que hacer reformas, no es menos cierto que no creo que estemos de acuerdo en cómo hacerlas. No obstante, y desde mi punto de vista, creo que es URGENTE impulsar un movimiento de democratización de la “causa saharaui” misma, que sigue siendo el fundamento que une a la mayor parte de la población a ambos lados de la berma, sin olvidar, que a su vez, es el elemento que nos desune, y esto lo digo por los saharauis que han decidido declararse marroquíes y que no dejan de tener su peso presente y futuro en la solución/no solución de este conflicto.
Personalmente me sumo a los que preconizan una lectura actualizada de la legitimidad y unicidad del F. POLISARIO como representante del pueblo saharaui, aunque estoy harta de las voces chekistas y las cansinas acusaciones de “servir al enemigo”.
Mientras seguimos confiando en que pueda llegarse a encontrar una solución, creo, firmemente, que es hora de que emprendamos entre todos, con un compromiso serio, la construcción de un verdadero Estado de Derecho, (en el exilio, y mientras esperamos, no importa), la articulación de una sociedad civil de forma autónoma, una legislación e instituciones que garanticen la igualdad entre hombres y mujeres y unos ideales políticos acordes a los valores democráticos del concierto de naciones.
La “causa saharaui” está ahí y siempre estaremos por ella, desde nuestras distintas opiniones y sensibilidades, pero no puede permanecer anquilosada y blindarse, sino es a riesgo de convertirse en algo fosilizado, anacrónico y lo que es peor: inservible.