por Mohamidi Mohamed Fakal-laMás cercano es todo camino recto. Quizá la sentencia teórica se expresó en un momento crucial para las inquietudes del griego Pitágoras de Samos, sin que todavía se hubieran fijado las direcciones del norte para muchos. Sin embargo, a la par, brotarían las intenciones de otros que se fueron más allá en el empeño desagrado para aguar la revolución de todo contexto racional y nacional. Eran épocas de agitación como las que acontecen hoy. Las coincidencias se asemejan salpicando cualquier lugar del mundo, pero en tiempos paralelamente diferentes. Actualmente esa preocupación vuelve a su manera para bañar la ola de agitación que vive con intensidad pueblos de todo el hemisferio. Por su significado concreto, referente al camino, este planteamiento no entra en contradicción frontal con los fundamentos básicos de lo ético, moral ni tampoco con el concepto político, religioso o geográfico, si verdaderamente somos sensatos. Pues, en este sentido, se establece una relación intrínseca y, por lo tanto, una premisa esencial servible para cualquier proyecto institucional para resarcirse, si hay voluntad, de las plagas que carcomen, como termitas, las articulaciones de los estados. Esto es motivo de descontento y de revolución.
Por el contrario, ante esta realidad fehaciente, los que se han sumado al bando de la imprudencia política, e hicieron rodar bolas de hielo y levantaron humaredas en todas las direcciones a fin de apaciguar la realidad de las demandas más urgentes de sus pueblos, se encuentran en estos momentos en un atolladero sin precedentes. Y no hay manera alguna de topar con fórmulas que contrarresten la avalancha social que se cierne con énfasis sobre sus justas demandas y reivindicaciones. Como es sabido, los gobiernos anti populares, sus interpretaciones y significados de las trasformaciones demandadas por el pueblo de forma general, sólo han ofrecido una respuesta siempre flaca de contenido y de forma. Una política activa para no ver. Es decir, sin proyecciones presentes ni tampoco futuras. Por lo tanto, este mal ejemplo de gobernar a estos pueblos que se reinventan de su pasado y de las calamidades del colonialismo y la mala gestión anacrónica de sus gobernantes, deja todas las bazas sin orden sobre la mesa y pone, todo lo que venían diciendo y haciendo, en tela de juicio. El peligro es inminente y acecha la propia existencia física, territorial y regional de las naciones, que están al borde de una complicada cizaña inconmensurable: desde Jefes corruptos pasando por grupúsculos mafiosos ligados al poder, hasta una explosiva situación acentuada por un nuevo reparto hegemónico, que orquestan las naciones más influyentes al son de las revoluciones de los pueblos árabes. Los gobernantes de estos países han sido sorprendidos por no dar tiempo al tiempo y porque se apodero de ellos el salvaje egoísmo, la estrecha e irracional lógica que les dejó ineptos e inamovibles en sus asientos, añorándolos como reliquia divina. Y se olvidan de los hechos y las circunstancias difíciles que les trajeron el primer día al poder. En fin, no han podido superar sus defectos para poder interpretar el medio circundante. Pero es reconocible que han sumado puntos en adiestrarse únicamente en sus propias inquietudes, artimañas y en el embrujo político que afilan como arma mortal contra sus propios pueblos. Ya no ven más allá de sus oficinas, casas presidenciales o palacios majestuosos levantados sobre las calaveras de los inocentes. En toda esta historia, ninguno de ellos dio la cara por el pueblo y abandonó voluntariamente las efímeras delicias del poder para entrar en la historia como un héroe ganador. Desgraciadamente, siguen incubados en pasos cortos y la visión limitada de sus propios intereses; encerrados como una lapa de molusco, abandonados por sus pueblos en la cuneta del olvido. Todo indica que nuestros gobernantes se encuentran solos, somnolientos, viviendo en una irreal torre de marfil, al margen de todo compromiso contraído a sangre y fuego con el destino, el pueblo y la historia.
En muchos procesos políticos y sociales, y por muy audaz que haya sido su programa de acción y objetivos, se han quedado cortos a lo largo del tiempo por la falta de honradez y sagacidad de sus líderes para enfrentar la realidad nacional, regional e internacional. La cobardía y el inmovilismo les llevaron con el tiempo al irrefrenable deseo de corrupción, por muy nobles y excelentes que eran en otros tiempos. Dicha tentación ha creado en ellos un comportamiento caracterizado por una retro mutación marcada por una frenética desconfianza en sus compatriotas y en las ideas contrarias a su amorfa ortodoxia. Esto crea por excelencia una ruptura y un desliz intencional o fortuito entre gobernantes y gobernados. Es el abismo desmesurado entre estos dirigentes y las razones inequívocas de los pueblos. No les quedaría otra opción que rendirse a la voluntad popular o resignarse sin escarmiento alguno a los brazos de la ostentosa perversidad, mientras que, de paso, aniquilan con tanques las ideas y los hombres, si es posible. El Che dijo en una ocasión que “O nosotros somos capaces de destruir con argumentos las ideas contrarias, o debemos dejar que se expresen. No es posible destruir ideas por la fuerza, porque esto bloquea cualquier desarrollo libre de la inteligencia.”
Es cierto y, al cumplirse el primer aniversario de las revoluciones árabes de la última primavera, induce a toda mente sana y no retrógrada al momento de reflexión para impedir la detonación de bomba de tiempo que sembraron intencionadamente los enemigos del desarrollo, de las ideas y de la inteligencia, bajo nuestros pies. Es verdad que las aguas de las actuales revoluciones no han vuelto a su cauce natural todavía, pero sus estandartes ya son más que visibles y temibles por el viejo orden .Es entonces, la voluntad de los pueblos que cada vez está más cohesionada y firme en torno al principio de autodeterminación de los pueblos; una herencia en pie de igualdad para todos. Sin embargo, la contra revolución, hoy como ayer, se aglutina en fuerzas ocultas y visibles, manipuladas por el sistema para abortar toda voz de legalidad popular. Pero en todo ese juego de intereses y de conservación del poder establecido de manera absoluta, se barajan, al margen, alternativas poco fiables, como la remodelación de la constitución del país, la postergación de mandatos legislativos o ejecutivos o la compra de conciencias y de votos en los sufragios. A todo aquel que se adhiere a las pautas de las insolencias del régimen, las arcas del estado, totalmente incontroladas, se encargaran de pagarle factura .todo esto deteriora el maquillaje del sistema que se esfuerza banalmente en subir a la ola que golpea a diestra y siniestra a regímenes indeseados popularmente y dispersados por todo el mundo. Ya es tarde para marear la perdiz. Los pueblos de Siria, Marruecos, Yemen o Bahréin han tomado conciencia y han echado a andar, y la lista es larga. Han dicho basta y nunca más estarán dispuestos a entonar ni con voz ni con canto las mismas letras que coreaban sátrapas nacionales e intervencionismo foráneo. Desde esa línea virtual, a la vez real, se demarca un confín; un camino llano sin polvo ni polvareda, exclusivamente reservado para los pueblos. Es el principio de autodeterminación en su punto álgido a favor de las causas justas. Hoy por hoy, algunos de estos pueblos festejan con júbilo el triunfo de sus revoluciones y otros, sin embargo, están a mitad de camino para lograrlo. Únicamente con esa voluntad de lucha queda arraigado para siempre lo popular en la orientación de las directrices finales, también en el rescate de ilusiones y maneras viables de hacer despuntar razones y en el establecimiento de instituciones como pilares esenciales que velan únicamente por las preocupaciones de los ciudadanos.
De esta manera vencerán los ideales y se abrirán senderos deseados, caminos rectos y más cortos, con menos vericuetos y con mayor acierto para allanar escollos . “…! El sendero de quienes agraciaste, no el de los que se han ganado tu ira, ni el de los extraviados !” , como se señala en Fatihat El –kitab Al- Karim, después de en el nombre de Al-Lah, el clemente, el misericordioso.
La movilización de los pueblos es irreversible, generalizada. Es obvio que su detonación resonó en el pétreo Gdeim Izic, Sáhara Occidental, y la onda expansiva alcanzó el último rincón perdido del Golfo Arábigo, y no por mera casualidad, sino porque las dolencias y las ansias de libertad convergen en un solo ideal de simbolismo humano y espiritual, matizado en las mismas necesidades económicas, jurídicas, políticas, sociales e incluso humanas. Esta es la realidad de nuestro tiempo y de nuestros hermanos, desde el Atlántico hasta el Golfo. Pero también es hora de establecer con miras inequívocas los horizontes, objetivos e intereses que refuerzan el derecho a la desobediencia pacífica contra la brutalidad mental y bélica de los embaucadores anclados en tiempos imperfectos. Imperfectos, mofándose de sus pueblos con comportamientos poco decentes y poco sinceros. Sin duda, algún día estos individuos serán juzgados por la historia. Todo tendrá su fin. Y entonces, en ese momento, ya nadie podrá desandar el camino ni volver la vista atrás.
Mohamidi Mohamed Fakal-la.
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