domingo, 2 de noviembre de 2014

La resistencia de Mahyuba nos muestra nuevas facetas del conflicto saharaui y anacronismos de la sociedad bidan

Dr. Lehdia Dafa
Ahora que Mahyuba ha recuperado su libertad, me congratulo con todas las personas que han mostrado su apoyo y reclamado la libertad para ella, y con ella, la libertad y los derechos de las mujeres, y de manera particular de las mujeres saharauis.
Es el momento de reflexionar, de compartir y contrastar ideas, de sacar conclusiones que nos ayuden a orientarnos en la lucha por la libertad, la igualdad y la democracia para los saharauis y el resto de los pueblos.
Denunciar la privación de libertad de movimientos de una mujer adulta, aunque como en este caso sea por obra de su familia, por mucho que la tradición, costumbres o creencias puedan pretender justificarlo, por mas que se haya tratado de presentar como “un conflicto entre familias”, es denunciar la violación de un Derecho Humano fundamental y por ello ha acabado concitando un amplísimo apoyo incluso desde las posiciones mas diversas.
La Libertad, los Derechos Humanos y la Justicia no son patrimonio exclusivo de Occidente, de los nsara, son ideales y logros del conjunto de la Humanidad, que a todos nos dignifican, a los que todos podemos apelar, y que están por encima y son una referencia en los roces culturales o conflictos entre distintas sociedades.
En la sociedad saharaui, como ya ha ocurrido en muchas otras del mundo árabe y musulmán, se irán inevitablemente adoptando nuevas formas de vida que obligarán a una paulatina revisión de los preceptos religiosos y culturales, un proceso que bien podría calificarse de despatriarcalización del Islam y de la Sharía.
A menudo se ignora que la historia de las luchas de las mujeres en el mundo árabe y musulmán por sus derechos empezó nada menos que hacia 1920 en Egipto. Muchas de nosotras, por voluntad propia, somos herederas de aquellas activistas y de todas las hermanas que han tenido que soportar acusaciones y violencia por defender la igualdad en derechos y libertades de la mujer. Tampoco aceptamos la idea ampliamente extendida en Occidente de que la mujeres musulmanas, y saharauis en este caso, somos incapaces de generar un debate y crítica del patriarcado y de sus prácticas de subordinación y discriminación de la mujer.
La sociedad saharaui tiene pendiente un debate sincero y renovado sobre la necesaria -e inevitable en un mundo global- igualdad de género, partiendo de la situación real: la de una sociedad profundamente patriarcal (no la imagen irreal, que en beneficio de la causa, lleva décadas “vendiéndose”). Se hace improrrogable y prioritario un desarrollo legislativo que establezca nítidamente la igualdad de la mujer saharaui en la totalidad de derechos, lo que contribuirá a ir avanzando en el terreno de la igualdad real.
Aunque todavía tímida, la rebeldía de las mujeres saharauis ha “salido del armario”. Esta lucha ha permitido visibilizar que podemos y queremos enfrentarnos al desafío de ser saharauis, exiliadas (da igual dónde) y musulmanas, pero con la voluntad de beneficiarnos de todas las ventajas de la modernidad. Queremos estar en los mismos espacios de participación que los hombres, sin que por ello se nos intente criminalizar o condenar al ostracismo y el aislamiento social. No lo vamos a permitir.
Las organizaciones oficiales de mujeres saharauis, integradas en el aparato, que han desempeñado un importante papel en el pasado en el empoderamiento y la participación de la mujer y que posibilitan la presencia de la causa saharaui en los foros internacionales, hoy se muestran incapaces de liderar la lucha por la emancipación de la mujer saharaui.
El Frente Polisario si no quiere verse amonestado por informes de supervisores internacionales de Derechos Humanos, como el reciente de HRW, o por presiones de gobiernos que velan por los derechos de sus ciudadanos (caso Mahyuba) tendrá que revisar y actualizar su ideario político. Los gestos como la creación del Consejo de DDHH en los campamentos, no son suficientes. En los Derechos Humanos se cree, y se vela por su cumplimiento, en el Sahara ocupado y en los Campamentos, o no se cree y solo se utilizan a conveniencia política, con las consecuencias dichas.
Los debates, que inevitablemente se han producido en las redes sociales, entre algunos españoles y saharauis (no todos formulados desde el respeto y la altura de miras) han servido para conocer mejor mentalidades machistas, resentimientos históricos y xenofobias latentes. La realidad, para bien o para mal, no es tan idílica ni maniquea como pretenden los propagandistas. Queda mucho trabajo por hacer. Hagámosle con cordura, con respeto y sin odio."

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