domingo, 4 de septiembre de 2011

El discurso del Rey: mucho ruido y pocas nueces


por Sid Hamdi Yahdih /

Desde el pasado 9 de marzo, ficha en que el Rey anunció que está dispuesto a realizar un cambio histórico y profundo, los marroquíes no han pegado ojo. Empezaron soñar con un cambio político que les permite a respirar, aunque una vez, el aire de la libertad después de muchas décadas de represión; creían que “el joven Rey” va a concederles todas sus competencias heredadas de su padre y sus abuelos; creían también que se despiertan un día y encontrarán que su país se convirtió en un reino constitucional. Más que eso, creían que el Rey no va a obligarlos, de hoy en adelante, a besar su mano; creían, creían y creían, pero el resultado cosechado fue una montaña de cenizas.

Después de tres meses de espera el Rey se pronunció. La sorpresa fue enorme: su Majestad no aportó nada nuevo: el reino, según la nueva constitución, y como siempre, sigue siendo una institución sagrada; el rey es el presidente del Estado; el rey es quien, y en persona, designa los ministros y los altos funcionarios; el rey es el dueño absoluto de la Institución Militar, el rey es quien planea la política exterior y, en fin, el rey es todo en todo.

“La novedad” de la nueva constitución del Rey Moha VI son algunos retoques nada más; retoques que no significan nada en absoluto. Por ejemplo: el primera ministro se designa por el Rey y será del partido que cosecha más votos en las elecciones. Eso no es nada nuevo, porque el Rey ha recurrido a esta proceso desde más de cuatro años, y el actual primer ministro, el Fassi, llegó a este puesto sólo gracias a los resultados de su partido en las elecciones.
La otra “novedad” de la nueva Constitución es dar al jefe del Ejecutivo nuevo nombre: presidente del Gobierno ( como en los países avanzados) en vez de primer ministro. Pero el cambio de nombre al jefe del Ejecutivo no significa, por supuesto, darle más competencias constitucionales, es decir, el primer ministro no puede hacer nada sin luz verde de su rey. En otras palabras, el presidente del Gobierno sigue siendo, como siempre, un funcionario del Rey.

En fin, el cambio prometido no ocurrió y los que decían que el reino marroquí, en su forma actual, nunca se convierte en un país democrático, tienen ahora la razón, toda la razón. La democracia jamás se alianzará con un reino autocrático como el de Moha VI.

SID HAMDI YAHDIH

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