El
alcantarillado de las viejas casas hexagonales vomitaba sin pausa las
aguas residuales en una charca. Las antiguas construcciones parecían, a
lo lejos e inmersas en la obscuridad de la noche, bravos jinetes
ataviados con mantos negros que contemplaban una batalla que se libraba
en un tiempo ya muerto.
No
muy lejos del lugar se respiraba en el aire del norte olor a pólvora
recién quemada. El viento asolaba con fuerza los débiles juncos morados
de la charca
de las Colominas. El lugar predilecto de las hermosas garzas de cuellos
elegantes y largos. Las extraordinarias aves meneaban con gracia el
cuerpo y alas en gratitud a las vastas tierras saharianas, a la espera
del inicio del ritual viaje migratorio hacia los confines del cálido
continente, ajenas a todo.
Las
azoteas de las barriadas colindantes se inclinaban hacia dentro a falta
de balcones, y la luz lúgubre no invitaba a paisano alguno a recorrer
las calles de El Aaiún nuevamente.
Ni el arrullo de las palomas y tórtolas de procedencia canaria se percibía en el silencio de la soledad que invadía el lugar.
Aquella
noche de comienzos de otoño se prolongó más de lo que debía. Y muchos
ciudadanos desearon en sus rezos que no amaneciese el día. No querían
ver una bandera extraña alzándose en sus plazas y en sus aldeas. Otros,
por contra, se quedaron acurrucados en sueños delirantes que invocaban
los estallidos del inicio de la contienda.
Las aguas de la charca rebullían inquietas, anunciando un mal augurio que se iba perfilando en el más absoluto silencio.
Los
habitantes de la ciudad sentían con angustia lo que se urdía a
hurtadillas, sin juicio ni razón que lo amparara. Entretanto, la villa
dormía al pie de los tambores que tanto detestaba.
Al
engaño de los gobernantes de aquellos melancólicos tiempos de cambios
atmosféricos, se sumarían los medios de comunicación. En verdad, era una
espiral de traición colonial sin precedentes. Fue así con una verdadera
conjura de prejuicios con la que se ultimó la ignominiosa acción contra
las tierras del desierto, contra sus gentes.
M.M.Fakal-la.
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