Querida madre, amiga, hermana, luchadora. Querida mujer Saharaui…
Tú que de pequeña me enseñaste el valor del respeto, desde pequeña con tus cuidadosas y débiles manos me guiaste me hiciste mujer, mujer como tú. Tu que desde pequeña fuiste mi mejor escuela, allí donde no suspendía ni aprobaba allí era mujer en cuerpo de niña. Mi deber era copiarte, y no perder de vista cualquier movimiento que hicieras, así reflejarme en cada una de esas arrugas de mujer joven que de pronto ya era una anciana. Me guiabas por el buen camino, el camino de la resistencia y de vez en cuando hacías un parón y volvías a demostrar que con tu fuerza no puede ni el mayor de los vientos en la más inhóspita de las hamadas.
Eres la jaima, los cuatros rincones de una habitación de adobe, eres la elegancia en su estado puro, eres la melhfa clara y oscura que intentaba pasar desapercibida y con tus andares eras la más reconocida entre cientos y cientos de mujeres. Eres la bata blanca en un dispensario donde escaseaba la medicina y con tu dulce voz y tu segura mirada me curabas de cualquier mal que podía padecer.
Eres mi alfombra donde no había camas había una manta que tú misma te levantabas a altas horas de la noche para asegurarte de que estaba bien tapada. Eres el corral que hospitaba gratuitamente a quien te visitara, ofreciendo una sonrisa y un “adelante, estas en tu casa” que nunca fallaba, eres la solidaridad en bruto. Eres maestra, ministra, parlamentaria, médico, autónoma, eres la sencillez de donde de la nada hace un mundo.
Eres la representante del barrio, la voz que llamaba a cualquier acontecimientos y todas nosotras acudíamos, eres la música la melodía que bailan los cuatro colores de mi bandera. Eres blanco esperanza, verde libertad, negro resistencia y el rojo y el rojo que eres, rojo de amor. Amor a tus hijos, a tu marido a tú patria querida. Eres la mejor embajadora, la que con tú modelo me hiciste creer en la esperanza. Tú lema de “sigue y vencerás” se hace cada vez más resistente. Donde la libertad es tú objetivo y lo das todo porque crees que no pierdes nada, no eres conformista y así soy yo. Tú que perdiste tus padres, hermanos e incluso hijos y no pierdes la fe. Eres mi maestra, eres mujer saharaui.
Porque sin las mujeres, los derechos no son humanos.
Benda Lehbib Lebsir.
Imagen: Carlos Cristobal.
Tú que de pequeña me enseñaste el valor del respeto, desde pequeña con tus cuidadosas y débiles manos me guiaste me hiciste mujer, mujer como tú. Tu que desde pequeña fuiste mi mejor escuela, allí donde no suspendía ni aprobaba allí era mujer en cuerpo de niña. Mi deber era copiarte, y no perder de vista cualquier movimiento que hicieras, así reflejarme en cada una de esas arrugas de mujer joven que de pronto ya era una anciana. Me guiabas por el buen camino, el camino de la resistencia y de vez en cuando hacías un parón y volvías a demostrar que con tu fuerza no puede ni el mayor de los vientos en la más inhóspita de las hamadas.
Eres la jaima, los cuatros rincones de una habitación de adobe, eres la elegancia en su estado puro, eres la melhfa clara y oscura que intentaba pasar desapercibida y con tus andares eras la más reconocida entre cientos y cientos de mujeres. Eres la bata blanca en un dispensario donde escaseaba la medicina y con tu dulce voz y tu segura mirada me curabas de cualquier mal que podía padecer.
Eres mi alfombra donde no había camas había una manta que tú misma te levantabas a altas horas de la noche para asegurarte de que estaba bien tapada. Eres el corral que hospitaba gratuitamente a quien te visitara, ofreciendo una sonrisa y un “adelante, estas en tu casa” que nunca fallaba, eres la solidaridad en bruto. Eres maestra, ministra, parlamentaria, médico, autónoma, eres la sencillez de donde de la nada hace un mundo.
Eres la representante del barrio, la voz que llamaba a cualquier acontecimientos y todas nosotras acudíamos, eres la música la melodía que bailan los cuatro colores de mi bandera. Eres blanco esperanza, verde libertad, negro resistencia y el rojo y el rojo que eres, rojo de amor. Amor a tus hijos, a tu marido a tú patria querida. Eres la mejor embajadora, la que con tú modelo me hiciste creer en la esperanza. Tú lema de “sigue y vencerás” se hace cada vez más resistente. Donde la libertad es tú objetivo y lo das todo porque crees que no pierdes nada, no eres conformista y así soy yo. Tú que perdiste tus padres, hermanos e incluso hijos y no pierdes la fe. Eres mi maestra, eres mujer saharaui.
Porque sin las mujeres, los derechos no son humanos.
Benda Lehbib Lebsir.
Imagen: Carlos Cristobal.
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