Luciano Andrés Valencia (especial para ARGENPRESS.info)
Eduardo Galeano, Hijos de los días, 2012.
Durante la antigüedad la región del Sahara Occidental fue una ruta para las caravanas que se desplazaban entre Marruecos y las tierras senegalesas. Hacia el siglo VIII, coincidente con la penetración del islam, la primitiva población comenzó a replegarse hacia el sur como consecuencia del avance los bereberes blancos. Los actuales saharauis son descendientes de los árabes maquil que emigraron desde Libia y fueron rechazados por el reino de Marruecos, instalándose entre el río Draa y Mauritania, imponiéndose a la etnia sanhaya y dando lugar al dialecto árabe hasanía. Los Hijos de las Nubes, como se denominan, son pastores nómades que se desplazan por el desierto en busca de ojos de agua para su ganado.
Tras las guerras de conquista de África por parte de las potencias colonialistas europeas, la Conferencia de Berlin de 1884 le reconoció a España una extensión del desierto adyacente a la zona costera del Rio de Oro. En 1920 la colonia se constituyó en el Protectorado del Río de Oro, que en 1934 integró con la colonia de Ifni en el Territorio de África Occidental Española. En 1957 pasó a ser la provincia española del Sahara Occidental. En 1967, ante las disputas territoriales entre España, Mauritania y Marruecos, la ONU planteó la necesidad de la independencia de la colonia devenida en provincia.
En 1975 el rey Hassan II de Marruecos llevó adelante la “Marcha Verde”, donde promovía la emigración de marroquíes al Sahara Occidental, lo que dio inicio a una verdadera Naqba del pueblo saharaui que sufrió bombardeos con fósforo blanco con el objetivo de diezmar su resistencia. Miles de saharauis debieron huir de sus hogares hacia campos de refugiados que se crearon en Argelia y otros países vecinos. Ante la inestabilidad, el gobierno de transición español firmó los Acuerdos de Madrid en noviembre de ese año que establecía la administración tripartita (España, Mauritania, Marruecos) hasta que se pudiera realizar un referendúm de autodeterminación para el 28 de febrero de 1976, en donde el pueblo saharaui podría decidir sobre su futuro. El 27 de febrero de 1976, al día siguiente de la vergonzosa retirada española que dejó al pueblo saharaui desprotegido frente al genocidio puesto en marcha, se proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) con El Uali Mustafa Sayyid como presidente. Se fijó como capital la ciudad de El Aiún, y como idiomas oficiales el árabe hasanía y el español.
En 1973 se había creado el Frente Popular de Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro, mas conocido como Frente Polisario, que desde 1976 -con apoyo de Argelia- llevó adelante la resistencia del pueblo saharaui contra Marruecos y Mauritania. Entre 1976 y 1978 lanzaron continuos ataques contra las tropas marroquíes y mauritanas en el Sáhara Occidental (llegando incluso hasta la capital de Mauritania). Como consecuencia de esta guerra de desgaste, Mauritania renunció a sus pretensiones territoriales en la región y el 5 de agosto de 1979 se firmó un acuerdo en donde este país cedía la parte que ocupaba del Sahara Occidental al Frente Polisario, pero ese territorio fue rápidamente anexionado por Marruecos el 11 de agosto. A raíz de dicha anexión, la ONU aprobó una resolución en la que reconocía al Frente Polisario como el legítimo representante del pueblo saharaui, mientras consideraba a Marruecos como una potencia ocupante.
Entre 1981 y 1987, Marruecos construyó una serie de muros en el desierto que atravesaron el territorio saharaui de norte a sur. El llamado “Muro de Seguridad” tiene una extensión de 2700 km (17 veces mas largo que el Muro de Berlín y solo superado por la Muralla China), y se encuentra rodeado de vallas, bunkers y campos minados para impedir la movilidad de los combatientes saharauis y dividir el territorio en dos partes: la parte oriental (35% del territorio) bajo control del Frente Polisario y la occidental bajo ocupación marroquí. La política de Marruecos se asemeja a la del Estado Sionista de Israel, que mantiene dividido al pueblo palestino a la manera de los batustanes del régimen del Apartheid en Sudáfrica, para perpetuar la ocupación del territorio y fragmentar la resistencia.
El 6 de septiembre de 1991 se acordó un alto el fuego entre el Frente Polisario y Marruecos bajo supervisión de la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para Sahara Occidental), y se acordó un referéndum para enero de 1992. Dicho referéndum sigue sin realizarse debido a las trabas que Marruecos y sus aliados internacionales (Estados Unidos, Francia, España, Israel) pone al proceso de paz y a la determinación del pueblo saharaui.
Los saharauis que quedaron en la zona oeste son discriminados y considerados minorías en su propio territorio. Desde entonces han llevado a cabo huelgas de hambre y movilizaciones para llamar la atención internacional. Según denuncia la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Presos Políticos Saharauis, toda manifestación es duramente reprimida y a sus participantes son encarcelados y torturados acusados de pertenecer el Frente Polisario. En la actualidad residen 175 mil saharauis en el Sahara Occidental, mientras que miles continúan en campamentos de refugiados en Argelia, Marruecos o Mauritania, o exiliados en Europa y Latinoamérica.
La presencia de uno de los mayores yacimientos de fosfatos en el mundo es el motivo por el cuál Marruecos está dispuesto a ocupar a sangre y fuego el territorio de la RASD, al que llama descaradamente “Provincias del sur marroquíes”.
Sin embargo “los hijos de las nubes”, como los pueblos de Palestina o del Kurdistan, siguen resistiendo a la ocupación imperialista a través de numerosas formas de lucha. En noviembre de 2010 más de 20 mil personas montaron un gigantesco campamento a pocos kilómetros de El Aiún. Después de varias semanas de valiente permanencia el gobierno del rey Mohamed VI y el primer ministro Abas El Fasi envió miles de soldados y paramilitares para arrasar el campamento, incendiando las jaimas (viviendas) y masacrando a los pobladores. Esta desató el odio de los saharauis que se levantaron en el centro de la ciudad y en diferentes aldeas, dando como resultado una nueva matanza por parte de las fuerzas marroquíes.
En la actualidad 82 países reconocen a la RASD. Entre los estados latinoamericanos se encuentran Cuba, Bolivia, Costa Rico, El Salvador, Guatemala, Honduras, Ecuador, México, Panamá, Dominica, Granada, Jamaica, Uruguay, República Dominica, Perú y Santa Lucía. No es casualidad que fueron los países latinoamericanos los primeros en reconocer a la RASD, ya que el idioma español sirvió para el contacto solidario entre ambos pueblos, llegando militantes saharauis a ofrecerse para participar en la resistencia contra la dictadura de Pinochet en Chile. En cambio, ningún país del mundo reconoce la soberanía marroquí sobre la región, salvo el mismo Marruecos.
Argentina se encuentra entre los estados que no reconocen a la RASD, debido a las vínculos bilaterales que se mantienen con la potencia ocupante. En 1996 el entonces presidente Carlos Menem viajó a Marruecos y se abrazó con el rey genocida Hassan II. Con motivo de su muerte en 1999 el representante de la Cámara Argentina de Comercio Jorge Arguindegui escribió que “el fallecido rey de Marruecos Hassan II impulsó, en su grandeza de estadista, la apertura de su país, hacia América latina, recibiendo los ecos de una Argentina que se abría a la democracia y comenzaba a mirar con atención las múltiples y nuevas posibilidades que un país de África del Norte ofrecía”. La embajada de Israel también es un importante factor de presión a favor de Marruecos, que junto con Arabia Saudí, Jordania, Egipto y Turquía (que continúa negando los genocidios cometidos durante la 1º Guerra Mundial) es uno de los mayores gendarmes del imperialismo yanqui-sionista en el Medio Oriente. Con estas acciones, el Estado y la burguesía argentina se convierten en cómplices del genocidio saharaui.
Frente a esta situación, le corresponde a las organizaciones obreras, populares y de izquierda denunciar la ocupación que está llevando a cabo el Reino de Marruecos con apoyo de las potencias imperialistas y reclamar la ruptura de relaciones con el Estado genocida. No podemos confiar en la ONU (que nombró a Marruecos como sede del Foro de Derechos Humanos 2014) y en sus referéndum que intenta encauzar la lucha del pueblo saharaui de acuerdo a los intereses de los gobiernos que la representan. Solo a partir de la solidaridad internacionalista y la movilización de los pueblos del mundo podemos poner fin al genocidio y respetar el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.
Luciano Andrés Valencia es escritor. Autor de La Transformación Interrumpida (2009) y Páginas Socialistas (2013). Publica artículos en medios alternativos de Argentina y el exterior.
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