El indomable viento que azota el desierto no ha conseguido llevarse la ilusión de los saharauis por su independencia, pero sí la ha erosionado entre parte de una sociedad que vive en una desesperante espera desde hace 36 años, cuando España abandonó a su ex colonia. Desde entonces, miles de familias viven divididas por un muro –el de la "vergüenza"- levantado por Marruecos a lo largo de 2.700 kilómetros.
A uno de sus lados, miles de saharauis viven en el exilio del árido desierto argelino en los campamentos de refugiados de Tinduf. Al otro, en las ciudades del Sahara Occidental que Hassan II, padre del actual monarca marroquí Mohamed VI, ocupó en la Marcha Verde, que integraron más de 350.000 marroquíes.
Entre ambos extremos, se extienden los territorios liberados del Sahara Occidental. En una de sus ciudades, Tifariti, se celebra estos días el XIII Congreso del Frente Polisario en un ambiente de incertidumbre en el que los saharauis reclaman cambios para dar salida a sus anisas de libertad.
"Estamos pasando por una época trágica para los saharauis, hay mucha indiferencia internacional con nuestro conflicto y no podemos seguir muchos más años así", se lamenta Ebbaba Mohamed Hafed, miembro de la recién constituida Liga de Estudiantes Saharauis en el Estado Español y una de las conferenciantes en este cónclave.
Envuelta en su alegre melfa (vestimenta tradicional de las mujeres saharauis), roja de flores blancas, Ebbaba considera que todavía no se ha agotado la vía diplomática para la resolución del conflicto, que se encuentra bloqueado desde hace meses en Naciones Unidas (ONU), donde Marruecos propone un Plan de autonomía para la zona y el Polisario reclama su derecho a la autodeterminación.
"Si volvemos a las armas (el alto el fuego se firmó en 1991 con el reino alauí) nos situaremos fuera de la legalidad internacional; podemos seguir luchando con nuestra intifada pacífica, pero no podemos seguir así otros 36 años más". En su opinión, y la de muchos saharauis que han participado en el Congreso, "es mejor morir de pie que vivir de rodillas".
Ebbaba es realista y sabe que esta etapa es "fundamental" porque "no podemos dejar que la desesperanza nos bloquee". En este contexto, sigue, las revoluciones árabes "han sido favorables a nuestra causa porque han demostrado a los líderes que tienen que confiar en los jóvenes".
Según esta estudiante, además, "antes de la primavera árabe hubo un otoño en Gdeim Izik, el campamento de protesta que se levantó a pocos kilómetros de El Aaiún, donde se juntaron nuestros hermanos para reclamar sus derechos sociales y económicos a Marruecos".
En la jaima donde se aloja en Tifariti junto a sus compañeros universitarios, no para de hablar mientras se le enfría la cena. "Me da miedo pensar en el futuro porque no sé hasta cuando dependerá de nosotros nuestra situación".
Autocrítica dentro del movimiento
"Estoy orgullosa de haber participado en el Congreso porque sólo tengo 19 años y he podido dar mi voz; he visto un pueblo unido, todos somos el Frente Polisario". Asegura que los estudiantes y los jóvenes son el futuro de su revolución, y piden cambios, pero se exigen a sí mismos también preparase "para que nuestros padres y nuestros abuelos vean que pueden confiar en nosotros". Desde su punto de vista, este Congreso ha sido en sí mismo un cambio porque han participado más de un centenar de estudiantes y en el anterior (en 2007), sólo lo hicieron ocho. Y también porque han contado con saharauis de las zonas que controla Marruecos, más militares o saharauis de los campamentos.
Ebbaba y sus compañeros reclaman reforzar el Frente Polisario, "que somos todos los saharauis", pero también tienen claro que "hay que evitar los gérmenes en nuestro Gobierno y la corrupción de algunos sectores o dirigentes". Para el control de sus funciones, se está planteando en el Congreso arbitrar comisiones para denunciar y juzgar estos casos.
"No se puede negar que algunos saharauis se quedan con alimentos en el reparto de las ayudas que llegan a los campos, o que algunos dirigentes del Polisario favorecen a sus familias para que salgan a estudiar fuera; pero la autocrítica existe dentro del movimiento y eso es positivo".
En cuanto a la elección del presidente de la RASD, que tendrá lugar en uno o dos días, Ebbaba hace sus quinielas por la reelección de nuevo de Mohamed Abdelaziz. "Antes pensaba qué imagen puede darnos un presidente que lleva 36 años en el poder; no es divino ni elegido por Dios, pero de verdad es quien quieren los saharauis".
Miles de saharauis lo votarán, o no, en esta desértica ciudad derruida en la guerra con Marruecos, reconstruida hace sólo tres años y habitada por militares y, estacionalmente, por saharauis nómadas. Las coloridas melfas de las mujeres, los uniformes de camuflaje del ejército de liberación, y las darras (vestimenta tradicional masculina) azules y blancas le han dado color y vida estos días, con la banda sonora del ulular de las saharauis y los cánticos independentistas de fondo que claman que no hay alternativa a la autodeterminación.
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